jueves, 2 de junio de 2011

El Regreso de Mel II

Por mucho avance que se haya logrado en la llamada “Reconciliación nacional”, la crisis política y polarización siguen vigentes y lejos de haber terminado. Prueba de ello son el trato de la información por parte de los medios, las reacciones a nivel legislativo de la Unión Cívica Democrática, y ahora un nuevo actor en la palestra pública en territorio nacional, con una gran decisión que tomar y cartas que mostrar. Aunque la rotunda ilegalidad del golpe de estado quedó manifiesta en el acuerdo Cartagenas, las intenciones de Zelaya sobre su vida política y los cambios a los que se apelarían en la Asamblea Nacional Constituyente siguen en total especulación.

Todos dicen lo que no harán, pero nadie dice exactamente lo que hará. Porfirio Lobo dijo que las iniciativas del congreso no tenían nada que ver con las condiciones del Acuerdo de Cartagena y Zelaya, en reiteradas ocasiones, afirmó no tener intención de perpetuarse en el poder. Leyes intocables ahora se prestan a supuestos intereses nacionales, lo que antes era satánico ahora es santo. Los que antes eran malos ahora son buenos. Enemigos se abrazan y tras ellos su estela de confusión e indicios de que estamos frente a un teatro cuyos protagonistas están tras bambalinas.

Los discursos ofrecidos al pueblo, “para el pueblo”, vienen cargados de palabras redundantes, disfrazados de los mismos signos populistas, voces de falsa indignación e ímpetu, conceptos que si fueran hule ya estarían arrugados de tanto estirarse, y principios que solo son eso: principios.

Es fácil entender las razones que movieron a las miles de personas a recibir al ex presidente. Ven en él una víctima más de los grupos de poder, pero con el poder para llegar y estremecer el status quo que todos detestamos.

Pero debemos entender algo muy importante: no es sano ni producente volcar los ánimos y esperanzas en figuras que teniendo la oportunidad por hacer los cambios que tanto aducen perseguir y representar, jamás lo han hecho. Tampoco lo es cerrar ojos y oídos a todo el contexto y aferrarnos a lo que nos parece cierto sin indagar mas allá de lo que estas figuras nos presentan.     

Algunos le llaman héroe. ¿Héroe? ¿Con qué derecho? Según Wikipedia, una persona se convierte en héroe cuando realiza una hazaña extraordinaria y digna de elogio. Siendo así, lo más cercano a heroísmo en toda esta cuestión aparece en calidad de hormiga, esparciéndose por las calles de las ciudades, mientras soportan gases lacrimógenos, sol, agua, golpes, fatiga, humillaciones y el inminente olor a muerte en cada jornada, mientras exprimen gargantas porque es la única manera que aprendieron para llorar y patalear de la manera más adulta y digna. Así redimen pizcas de la injusticia social que adereza los periódicos todos los días.
Ninguna ideología es falta de fallas o tiene el descaro de asumir la perfección. Tanto gobiernos de derecha como de izquierda, ninguno ha logrado erradicar la corrupción. Lo vemos tanto en Fúnez como en Chávez, así en Correa como en Lobo. La gente es por naturaleza renuente al cambio; por eso no fueron 8 millones a recibir a Zelaya, eso y por el distinguible cerco mediático imperante. 

Nuestro mundo tiene más matices grises que blancos y negros. Lo vemos en documentos como el cable difundido por Wikileaks de Hugo Llorens a Estados Unidos. De todo lo que se dijo sobre la crisis, este podría ser uno de los más objetivos, y que nos demuestra que en esto no hay héroes ni villanos, sino fuerzas, grupos y personalidades que buscan su propio beneficio.   


¿Cómo logramos entonces los cambios para nosotros, nuestros hijos y futuras generaciones? Seguramente un inicio es no permitiendo la enajenación por parte de ningún extremo, no resignándonos a ser de una o de otra, sino, informándonos, observando con mirada acuciosa, no aletargada. Sin esperar que La Prensa denuncie las barbaries de sus propios clientes publicitarios, ni pensando que Diario Tiempo es un periódico honesto que solo busca empapar de verdad a sus lectores. Tampoco imaginando que llegará un día en que un funcionario de gobierno, agobiado y redargüido responda al llamado de eternas huelgas y manifestaciones. En un país donde los gobiernos bonitos son los que más pagan al fondo de los reptiles, el derecho a la información (que es tan indispensable) aun no provoca tanta agitación como debería.

Unidos
Así no nos quieren. Porque jamás nos soportarían. Porque mientras el 80% pobre siga halando ambos lados de la cuerda, este 20% rico seguirá ofreciendo shows para entretenerlos, mientras busquen agua con los dueños del desierto. Los cambios más profundos y poderosos requieren de una mentalidad trascendente, mas ansiosa por servir para progresar que para etiquetarse la frente con un color o un nombre gastado.  

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