miércoles, 6 de abril de 2011

Horas Tristes de Tu Ausencia

 
Estoy rendida, cansada agotada.
Sin embargo sigo aquí desesperada.
Mi cabeza recostada en esta cama.
Dominando estás mi mano, es tu esclava.
Atrapada en sentimientos y cambiada,
sumergida en este espacio que reclamas.

Siento cómo mis parpados decaen.
Oigo claramente, mi agitado tórax habla.
Es como si buscara lo perfecto... ¡Desquiciada!
Como si las palabras sustituyen tu llegada.

Te extraño, aquí esta la evidencia,
en esta incoherencia, en estas sólidas vivencias;
en este diario sucio, en esta vívida dolencia.
¡Ya no aguanto más! Golpean a mi paz
Las horas tristes de tu ausencia.

Se mezclan con la risa, echan de menos tu presencia.
Irrumpen a costillas del reloj, de su destreza.
Quizá haya sido el dulce, el café... ¡Las consecuencias!
Y aunque todavía no acepte estar cada vez más inmersa;
comprendo en mis adentros que el peligro, la vergüenza,
un tanto se acercaron a mi vida y hoy comienzan.

Por culpa de tu abstracta concepción de la belleza
a un pájaro sin rumbo mis impulsos se asemejan.
Lo siento, soy tan ruda ¡es mi dureza!
¡Me duele!, soy tan frágil cuando el miedo se condensa.
Renace la esperanza y quedo yo, ¡Sueño despierta!
Me alimento de recuerdos de los dos, de lo que piensas.

Es que en sí, no tiene ciencia
¡creer en cosas que tal vez nunca sean ciertas!

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